Desde que vivo en la Ciudad de México he tenido la oportunidad de analizar algunos fenómenos sociales que siempre me han llamado la atención, en especial lo relacionado a la práctica de pedir dinero en la calle, en los camiones o bien, en el famoso Metro. Aquí también incluyo cuando nos piden y quitan las monedas a la fuerza, es decir, cuando nos atracan.
Desde hace años tengo presente la imagen de una niña de aproximadamente seis años que se subió a un camión acompañada de otro un pequeño, al parecer su hermano; ambos portaban uniforme escolar y mochila. Después de abordar el transporte, los infantes se dirigieron al final del mismo y la pequeña comenzó a cantar aquella famosa canción del Chapo de Sinaloa que dice así:
"Si yo fuera ladrón, me robaría tus besos, me robaría tus caricias, me robaría tu cuerpo ..." La niña tenía una voz impresionante y en cada sonido que emitía nos enchinaba la piel por el sentimiento que le imprimía a la popular melodía. Después de escucharla, me quedé pensando en el futuro de esa criatura, quien seguramente formaba parte de una de las tantas redes de explotación infantil que hay en el país. Hasta dudé que eso del uniforme y la mochila fuera cierto, lo más probable es que esa pequeña no conozca siquiera un aula de clases.
De igual forma, en un viaje que hice a Guadalajara acompañado de una de mis mejores amigas, nos encontramos cerca del Teatro Degollado a una quejumbrosa señora que nos pedía una ayuda, ya que supuestamente la habían corrido a ella y a su hija de una casa de huéspedes, por lo que no tenían dinero para comer ni para pagar un cuarto de hotel para pagar la noche.
Mientras yo me conmovía cada vez más con la historia de novela que me contaba aquella dramática mujer, mi amiga observaba detenidamente cada gesto y movimiento de la señora. Inmediatamente me jaló y me preguntó: ¿Ya checaste la dentudura de la señora? La tiene mejor que nosotros, para mi que es puro choro". Al ver a la señora, quien tenía la cara del inolvidable gato con botas de Shrek, pude percibir que su hija (quien había pasado todo el tiempo escondida detrás de su madre) estaba conteniendo la risa. En ese momento comprendí que en efecto, aquella señora era de las tantas personas vividoras que andan en la calle timando y engañando a todo despistado.
Tácticas chilangasHace seis meses, cuando llegué al D.F. noté que en los vagones del metro andaban muchas personas invidentes pidiendo dinero, valiéndose sólo de un pequeño bastón y en ocasiones de otro buen amigo que les echaba la mano. A los días, en una de las estaciones, observé a dos chavos con lentes obscuros y con un bastón cada uno, jugando carreras en las escaleras eléctricas de la estación. Casualmente coincidimos en el mismo vagón y me di cuenta que se hacían pasar por ciegos para pedir dinero a los pasajeros. Obvio, muy pocos caían en la mentira, eran muy obvios en su forma de caminar y usar el bastón.
Ayer, descubrí que tienen otra modalidad, ahora cantan canciones religiosas, claro que las más llegadoras, esas que nos dejaban al borde de la lágrima en las misas como la del Pescador, hasta las más populares como la Guadalupana y el granito de mostaza. Hasta salí cantando melodías religiosas. Pero bueno, lo rescatable de aquí es que este sector se va renovando y utiliza la mercadotecnia para abarcar nuevos mercados, aunque igual, nadie les dio nada.
También me ha tocado ver chavos que llegan con una bolsa de vidrios, los colocan en el pasillo y se acuestan en ellos para mostrarle a la gente lo valientes que son; claro, muestran su espalda totalmente cicatrizada, aunque algunos enseñan heridas tan recientes que es casi imposible seguir observando su actuación. Nuevamente la gente se muestra apática.
No falta aquella señora o señor de edad avanzada que sube al metro y te exige que le compres el producto que trae. En una de las estaciones del metro hay una señora que cada que paso me grita que le compre cigarros, una vez le compré porque me llamó la atención su forma de atraer la clientela, casi les pega. Pero eso, lejos de hacer enojar a la gente causa más expectativa y hasta arranca una que otra sonrisa.
Pero bueno, el otro lado de la moneda es que en realidad hay personas que se ven en la necesidad de pedir dinero en la calle; me ha tocado ver señoras que piden hasta un boleto para viajar en Metro, uno lo nota en sus rostros en su misma mirada. Luego descubrimos si es una persona vividora o bien, tiene realmene la necesidad de pedir.
En cada uno de nosotros está el dar o no ... no sabemos cuando podemos vernos en la situación de pedir, la vida da muchas vueltas, pero si bien es cierto, hay mucha gente aprovechada, floja y con edad productiva que ve en esa actividad una manera fácil ý cómoda de pedir dinero.
Saludos
Sr. Briones
1 comentario:
Yo por eso ya no le doy nada a nadie, bueno dinero al menos. La mayoría en efecto son vividores, huevones y fascinerosos que ganan más que yo sólo estirando la mano.
Por ejemplo a los músicos, a los payasos y poetas si les doy, porque ahí al menos ya están compartiendo su oficio y arte contigo, por qué no compartir una moneda?
Por cierto, pasa la dirección de dónde está la ñora gritona de los cigarros, pa cotorrear.
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